martes, 14 de mayo de 2019

"EN DEMOCRACIA GENTE NO EXPERTA DIRIGE A GENTE EXPERTA: Una historia de Juego de Tonos"

El desarrollo de la administración pública a lo largo de la historia posiblemente sea el producto de tensiones creadas por el surgimiento de problemas sociales debidos a transformaciones sociales, económicas e incluso técnicas frente a la expresión de nuevas ideas, intereses y valores surgidas entre los diversos grupos sociales que comparten un mismo territorio.

En la actualidad es probable que estemos ante una nueva manera de concebir la labor administrativa en el marco de la llamada gobernanza colaborativa… pero ¿el nacimiento de lo público, no es acaso consecuencia del Juego de Tronos que caracterizó a la época medieval y sus sucesivas contiendas?.

Cualquier hombre que deba decir ‘soy el rey’, no es un verdadero rey. (Tywin Lannister)

El señor feudal, se encontraba inicialmente en lucha militar competitiva con otros señores feudales para adquirir bienes y ampliar sus dominios para proteger el futuro de su clan y progenitura. La extensión de sus dominios y la cadena de mando que implicó la gestión de éstos, le obligó a disponer de servidores leales a su persona que se volvieron dependientes de éste. La supervivencia de estos servidores estaba ligada entonces a la continuidad de su función en la gestión de los bienes familiares a la muerte del señor. De este modo, el estado de las propiedades familiares empezó a transformarse en un Estado, con “e” mayúscula, como una institución con transcendencia más allá de las personas concretas.

Entre juegos de alianzas matrimoniales y políticas, traiciones, asesinatos y otros hechos que narra la historia medieval, al estilo del “Juego de Tronos”, se empezó entonces a distinguir los bienes privados de los bienes públicos, éstos últimos considerados como propiedades del Estado y no del titular temporal del trono. Un cuerpo de servidores del señor o del rey se identificó, y claramente era de su interés, a la gestión de estos bienes en nombre de la necesaria continuidad del Estado (y de sus servidores) en los momentos, siempre delicados, de sucesión en el trono. El destino de estos servidores era ligado a la existencia y perennidad de un espacio público, más allá de los bienes privados de las personas de carne y hueso, a nombre del interés general de un Estado que protege, impartía justicia y regía los destinos de los que se encontraban sobre un territorio definido.

Es difícil ponerle una correa a un perro una vez que le has puesto una corona en la cabeza.
(Tyrion Lannister)

Tal vez, en una segunda fase tratando de derrotar a los “Caminantes Blancos” del poder, la gestión de los bienes en este territorio se fue especializando y profesionalizando para permitir una producción de riqueza, cobrar impuestos, determinando así poco a poco reglas sobre cómo no gobernar demasiado o demasiado poco, empezándose a experimentar y acumular conocimientos para el “buen gobierno”, para acabar con el régimen personificado en ese rey o señor feudal para reemplazarlo por un Estado moderno con una administración pública cuyos miembros debían empezar a demostrar competencias y méritos para ocupar un cargo público.

La gente aprende a amar sus cadenas. (Daenerys Targaryen)

Pero lo crucial quedaba entonces en quién dirigía la organización y sus dragones. La administración pública, como cualquier otra organización burocrática, concebida como un instrumento neutral que ejecutaba, sin ira y sin pasión, mecánicamente, las ordenes de la dirección política. Se necesitaba forzosamente de una autoridad legítima que dirigiera la máquina administrativa hacia los fines establecidos por el poder político, dando origen a un nuevo modelo de administración instrumental, compuesto por individuos fragmentados y “lobotomizados”, que ofrecía a los líderes políticos, como nunca antes en la historia, una poderosa máquina compuesta por empleados dóciles para transformar el mundo según su sueño, quedando la administración pública así sometida a las fantasías de líderes políticos omniscientes y omnipotentes.

La verdadera historia del mundo es la historia de grandes conversaciones en salones elegantes. (Tyrion Lannister)

Después de otra batalla mundial y sus desastres, la política ya no inspira confianza y serán los científicos los encargados de indicar a los políticos las consecuencias de sus eventuales decisiones, de descubrir y cuantificar las soluciones alternativas posibles, y así planificar racional y efectivamente el desarrollo de las sociedades. La tecnocracia fue tomando el ascendente sobre la política, construyendo técnicamente el Estado de bienestar en sus diversas variantes políticas. En este nuevo Juego de Tronos, la administración pública, en particular sus altos funcionarios, se transformaron, como cuerpo, en los nuevos mandarines, mesías o gurús omniscientes del qué y del cómo de las necesidades de la población y del camino más adecuado para el país.

En este contexto, la ciudadanía, considerada como ignorante, no podía intervenir en estos asuntos científicos, ya que no tenía los títulos académicos ni los conocimientos correspondientes para permitir un discurso legítimo, y los políticos se resignaron a ser juiciosos notarios de los análisis y dictámenes de los expertos. La alta burocracia de Estado se atribuyó el poder de definir el rumbo que debía tomar el país y la sociedad.

Se acerca el invierno. (Eddard Stark)

Pero llega la crisis del Estado de bienestar, y el débil crecimiento económico ya no parece permitir costear los crecientes gastos públicos. Se desprestigia el sector público y se propone que el Estado se ocupe fundamentalmente y solamente de la dirección de la acción pública, la formulación de las políticas y su evaluación, mientras la ejecución se entrega a empresas privadas o a organizaciones no gubernamentales: Organizaciones de la Nueva Gestión Pública. De forma innovadora, desde ahora en adelante, el mercado, y no la razón humana, será el encargado de guiar la labor de la administración pública. Dios, y la verdad, están en los mercados autoreguladores, proclaman los nuevos gurús de la gestión pública: “El Estado se queda con el timón, y contrata el manejo de los remos al sector privado o asociativo”.

Cuando cae la nieve y los vientos blancos soplan, el lobo solitario muere, pero la manada sobrevive. (Sansa Stark)

Una nueva amenaza surge: la revolución digital. Se están generando transformaciones y posibilidades sin precedentes, no solamente en la economía (e-negocios) y la producción (innovaciones tecnológicas y organizacionales), sino también en las condiciones, formas y medios de intervención de la administración pública. Las barreras de acceso a la información, el saber (poder tradicional de la burocracia), se desvanecen y se transforman profundamente. Es preciso que la gestión pública se adapte a las nuevas condiciones culturales, económicas, sociales y políticas generadas por el cambio tecnológico, los procesos de globalización y las aspiraciones a una mayor participación ciudadana. La revolución digital está construyendo un mundo de individuos interconectados en tiempo real (internet, twitter, etc.) que rompe tanto las barreras de información, de tiempo y de distancia como las tradicionales estructuras jerárquicas y organizacionales. Las relaciones sociales se encuentran en transformación rápida y profunda. El Estado, la política y la administración no pueden quedar ajenos a estas transformaciones. Si bien esta situación provoca una crisis de las organizaciones de intermediación (“uberización” de las relaciones sociales) y de representación (partidos, gremios, parlamentos, administración pública), también constituye una oportunidad para democratizar el poder y la gestión públicos. De este modo se tiende a considerar necesario avanzar hacia la constitución de nuevos esquemas de colaboración institucional más cercanos a la gobernanza que al gobierno, más horizontal que vertical. La noción de gobernanza es así entendida como una forma de gobierno que le apunta a una mayor colaboración entre los actores involucrados para encontrar soluciones innovadoras y singulares, ya que ningún actor –político, científico u otro- puede pretender a la omnisciencia. En particular, la gobernanza colaborativa se encuentra en sintonía con los principios desarrollados por un Nuevo Servicio Público que pretende así a una renovación de instrumentos y procesos administrativos para ofrecer, no A la ciudadanía, sino CON ella, bienes y servicios públicos que tienen en cuenta el contexto, es decir los saberes locales de la ciudadanía (ideas de coproducción, de cocreación o creación colectiva). A la postre, estas acciones públicas serán más democráticas, legítimas y efectivas porque basados en la acción colaborativa (Estado-universidad-sociedad civil organizada-empresas-ciudadanía) de los actores involucrados y en el diálogo entre los diferentes saberes existentes. La gobernanza colaborativa de los asuntos públicos implica entonces el diseño de una nueva institucionalidad pública. De esta manera, y finalmente, la administración pública buscaría obtener su legitimidad en la ciudadanía a quién debe servir ante todo. El reto es grande. Pero, como decía Víctor Hugo, no hay nada más poderoso que una idea cuya hora ha llegado.

Yo estaba tratando de ganar el trono para salvar el reino, cuando debería intentar salvar el reino para ganar el trono. (Stannis Baratheon)






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